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México y Japón investigan probable gran sismo en la brecha de Guerrero

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Desde hace algunos años, los científicos esperan la ocurrencia de un sismo de gran magnitud, originado en la “brecha de Guerrero”, ubicada entre Acapulco y Zihuatanejo. El último reporte que se tiene sobre un gran sismo en esa región es de 1911, señala Raúl Valenzuela, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el cual no fue registrado con un sismógrafo porque no se tenía este instrumento en la región, sino con reportes históricos. “Tampoco hay una garantía absoluta de que el epicentro fuera ahí”.

Tomando en cuenta que ese gran sismo habría ocurrido hace 106 años, el científico explica que sería un periodo “lo suficientemente largo, como para hacernos temer que un sismo importante se generará en la región”. No obstante, añade, antes de 1911 se desconoce cuándo ocurrió uno anterior, por lo que no se puede predecir si el intervalo de recurrencia de un gran sismo en la brecha de Guerrero es de cada 100, 400 años o más.

Los científicos no cuentan con datos estadísticos suficientes para incluso determinar si existen tales intervalos de recurrencia. Sin embargo, de existir y si se acumula energía en esa brecha temporal, hay una forma de medirla que se está implementando mediante una investigación conjunta entre México y Japón, que determinaría con un poco más de certidumbre si ese gran sismo ocurriría o no.

Miguel Ángel Santoyo, sismólogo del IGf, Unidad Michoacán de la UNAM, señala que existe la posibilidad de que en esa zona específica de subducción se acumule energía suficiente como para producir un sismo grande, pero podría no suceder. Estudios recientes han descubierto la ocurrencia de deslizamientos “asísmicos” en la brecha de Guerrero, es decir, un deslizamiento entre las placas de Cocos y Norteamericana que ocurre tan lentamente que no produce sismos, pero sí relaja esfuerzos tectónicos.

“Un sismo se produce cuando ese deslizamiento ocurre en algunos pocos segundos; por otra parte, un deslizamiento asísmico se generaría a lo largo de dos o tres meses, liberando la misma cantidad de energía gradualmente. Ahora investigaremos si ese deslizamiento asísmico realmente está relajando los esfuerzos en la brecha de Guerrero, o si efectivamente se incrementa”, explica el especialista.

Para dicha investigación, el Instituto de Geofísica de la UNAM, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el Centro Nacional de Prevención de Desastres, la Universidad de Kyoto y las agencias japonesas de Cooperación Internacional y de Ciencia y Tecnología, han puesto en marcha un proyecto dentro de la Alianza para la Investigación en Ciencia y Tecnología para el Desarrollo Sostenible (SATREPS, por sus siglas en inglés) de Japón.

Santoyo refiere que desde el año pasado, el consorcio ha establecido, entre otras líneas de investigación, estudiar los peligros de sismos y tsunamis en la costa de Guerrero. “Este proyecto se enfocará al estudio del peligro sísmico debido a los deslizamientos asísmicos y sismos en zonas cercanas de la brecha de Guerrero”.

Para ello se instalarán diversos instrumentos de medición en el fondo del mar y en tierra para medir la sismicidad de la región, así como sus desplazamientos, mediante técnicas de GPS (Sistema de Posicionamiento Global) muy avanzadas y de alta precisión, así como técnicas avanzadas de medición del movimiento entre las placas de Cocos y Norteamericana y sismógrafos de banda ancha de frecuencia. La instalación de estos instrumentos comenzaría en noviembre.

“Con ello sabremos si se acumula energía de deformación en la zona de la brecha y de ser así, a su vez si hay la suficiente energía acumulada para producir un gran terremoto o no: quizá ese deslizamiento asísmico relaja todo el esfuerzo y ese sismo ocurrirá hasta dentro de mil años, aunque no lo sabemos”.

Por su parte, Raúl Valenzuela enfatiza que los recientes sismos del 7 y 19 de septiembre no tienen relación alguna con la brecha de Guerrero, puesto que son regiones muy alejadas. Incluso si hubiera algún vínculo, dice, la diferencia entre un gran sismo -magnitud 8- libera 30 veces más energía que uno de 7, entonces se necesitarían muchos sismos como el que tuvo origen en Morelos para liberar uno como el que se esperaría en la brecha de Guerrero, por citar un ejemplo. “Eso no solo es improbable, sino que además no sería nada agradable”. Vía El Universal


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