Parco
es el andar del senador priista Roberto Albores Gleason que, para ser
el alfil o el caballo negro que dicen los priistas será, simplemente
trae un vuelo muy plano y gris en plena antesala de los comicios 2018.
De nada le ayudó entregar la batuta del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) a Julián Nazar, príncipe del porrismo y el garrote.
Olvidó, quizá, que el diputado federal trae sus propios intereses, sus
propios acuerdos y nunca ha sido hombre de lealtades con quien no se las
brinda.
Por
el contrario, el profesor Julián Nazar, quien fue impuesto ahí para que
le hiciera el trabajo de posicionamiento a Roberto Albores junior, está
más preocupado por ser ungido como candidato al Senado, por traer
controlados a sus grupos en los municipios y no perder la teta
presupuestal a la que está acostumbrado. El avance o estancamiento del
senador parece darle igual: es claro a todas luces. Y aquí, quien se
equivoca rotundamente es Albores Gleason porque, al parecer, cree que
por ser hijo del exgobernador Roberto Albores Guillén tiene las perlas
de la virgen en el regazo. Nada más falso que eso.
Hay
que recordar que la forma en que las mismas cúpulas hacen negociaciones
hoy en día ha cambiado mucho desde aquellos años cuando la sucesión
gubernamental era un tiro cantado y un simple trámite. Quien no tenga
claro esto, difícilmente se mantiene actualizado. Otrora, uno sabía
quién iba a subir al poder con antelación. Pero ahora hay mucho en juego
y el centralismo lo sabe. Si antes bastaba tener un apellido de
respaldo para tener garantizado el derecho a subir un peldaño a la vez,
ahora no es de ese modo. Dar paso a los apellidos, comprobado está en
Chiapas, es un experimento fallido y esa alarma está encendida.
Por
ejemplo, tiempo atrás, el estadismo era una bandera que se cargaba a
cuestas y quienes estaban inmersos en la política sabían cómo dirigirse y
a qué apostarle. Se hablaba de políticos y no de chamacos improvisados a
los que la soberbia les termina causando una ceguera que les impide ver
el batidero en el que están metidos. Hoy, imperan las guerras sucias y
las descalificaciones, y lo curioso de esto es que quienes descalifican,
quienes señalan con dedo deicida, carecen de toda calidad moral y de
palabra. Sí, es lamentable.
El
PRI no la tiene fácil si va solo en el 2018. Y creo que lo saben muy
bien pero fingen demencia. No quieren alarmar a su militancia que, vale
señalar, es un asunto que también se verá dividida. Los priistas quieren
aparentar que tienen todo controlado de la mano de Albores, cuando de
antemano sabemos que no es así. Romper el amasiato con el Partido Verde
Ecologista de México (PVEM) no es lo que más les conviene, pero sacar
del sueño del 2012 y el más de millón de votos obtenido por el efecto
Maveco a los tucanes parece tarea imposible. ¿Lo será?
Es
más, el propio gobernador Manuel Velasco ha hecho muchos compromisos en
todos lados y no se ve hacia donde, realmente, se dirija su guiño: a
cada rato tira buscapiés para que todo se mueva en el meollo de la
rumorología y la confusión, artes que el góber adora. Y en esto, ojo,
también se equivoca Albores Gleason. Porque si bien trae el respaldo de
la nacional, no es lo mismo ver los toros desde el centro del país,
tomarles foto en la distancia, que torearlos en Chiapas. No es lo mismo
la hegemonía que tuvo por años el PRI, sueños que fueron y que ya no
son, a la forma en que hoy se están moviendo las cosas en nuestro
estado: uno de los más pobres de México y sumido en un impasse que no
parece tener salida.
Lo
cierto es que alguien debería decirle al senador que del plato a la
boca no sólo la sopa se cae sino que puede contaminarla una simple
mosca. El peor enemigo de un político es enfocarse a odiar a sus
enemigos, desgastarse en ver cómo les va a los otros y olvidar que eso,
como decía don Corleone en El Padrino I, nubla el juicio.
Yo
no sé hasta dónde el senador Roberto Albores Gleason sepa que está bien
parado y mida sus debilidades: que todo político con los pies en la
tierra e inteligente debe saber. Derrocha confianza, eso sí. Se le ve en
las fotos, en el andar, en la sonrisa congelada para las fotografías,
en el apellido que usa de estandarte, pero olvida, del mismo modo, que
la confianza es un enemigo silencioso que termina cobrando facturas
caras y que hace obligatorio repetir la trillada frase de que en
política no hay nada escrito, menos en estos tiempos de descomposición
político-social.
Aún
falta tiempo por recorrer, lo sé, pero el tiempo es ahora y quien no lo
apremia, a la larga se arrepiente. Veremos cómo se mueven las cosas
esto días. Seguramente, Albores Gleason trae ya de cabeza a San Juditas
para que Josean no sea el alfil de la coalición Por Chiapas al Frente o
el senador Luis Melgar (que apareció presumiendo cercanía con Meade) le
dé madruguete en la alianza PRI-PVEM, porque ahí sí otro gallo les puede
cantar.
Manjar
El
día viernes 05 de enero celebramos nuestra primera asamblea con la Asociación
de Columnistas Chiapanecos. Desayunamos, brindamos, nos pusimos al tanto de
algunos temas que atañen a la política de nuestro estado, tomamos nuestros
acuerdos como AC y partimos nuestra tradicional rosca de reyes. Siempre es
ameno escucharlos a todos e ir aprendiendo nuevas cosas. Al último nos echamos
unas fotos para sumarlas a la canasta de recuerdos. Uno va armando sus
fraternidades y estoy contento y agradecido de haber sido aceptado en esta. #ColumnasyCafé // Los ejidatarios de
Petalcingo han enviado una misiva al ayuntamiento de Tila, que dirige Édgar Leopoldo
Gutiérrez Gómez, en donde le han informado que solamente ellos (los
ejidatarios) podrán decidir qué tipo de eventos celebran en el parque y que
queda prohibido a los trabajadores municipales hacer eventos proselitistas o
del propio Ayuntamiento. Los dados están tirados. ¿Respetarán los acuerdos? He
ahí la cuestión. #TiempoAlTiempo // La
recomendación de hoy es el libro El luto
humano de José Revueltas y el disco Mucho
barato de Control Machete. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte.
// Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.
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